HILANDO LA CONVIVENCIA:
MUJERES Y REINCORPORACIÓN EN EL CAUCA

Publicado el 3 de marzo de 2020

— Antes de tejer toca hilar. — Matilde explica el oficio con el cabello recogido hacia atrás y la sonrisa fácil. Detrás de ella, un mural retrata a combatientes de la antigua guerrilla de las Farc (Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia) en las montañas del Cauca.

Hilar es retorcer fibras naturales, juntarlas y formar con ellas una única hebra, un único hilo. Se puede hilar manualmente o con máquina, utilizando diferentes materiales: lana, algodón, fique.

En el Cauca, el fique –o cabuya– es parte de la tradición. Después de extraída y desenredada la fibra natural de la planta, se parte para el hilado. Los diversos hilos del escarmenado, entonces, se amarran con la tensión adecuada, como jalando un mechón de pelo. Y se van estirando, pasando por los dedos y por la máquina que gira veloz. Del proceso sale un solo hilo, listo para tejer bolsos, ruanas o lo que el artesano desee.

El arte milenario de hacer convivir las fibras en un único hilo se practica actualmente en el Espacio Territorial de Capacitación y Reincorporación (ETCR) Carlos Perdomo, del municipio de Caldono, Cauca. En él, 30 mujeres excombatientes y habitantes del municipio hilan, juntas, las diferentes fibras de su historia en una misma iniciativa productiva llamada “Hilando la Paz”.

Esta iniciativa nació en 2018 con apoyo internacional de las Naciones Unidas, para fortalecer la reincorporación productiva liderada por mujeres. El objetivo del proyecto es industrializar su producción, generar una línea de comercialización y obtener el reconocimiento de la marca y así lograr una sostenibilidad económica para el futuro.

Matilde Chocué, de 44 años, es una de las integrantes que ha hilado “delgadito y parejito” para producir ruanas y bolsos que han sido vendidos a visitantes de México, Noruega y Japón. La producción aún no es sostenible y las ventas necesitan despegar, pero la iniciativa va más allá de las fibras.

— Había la necesidad [de volver a los hilos]. Hemos perdido la identidad, el idioma y la cultura. Nos toca volver a ellos, además, los plásticos están acabando con el medio ambiente.

“Hilando la Paz” es, para Matilde, una forma de trabajar respetando sus raíces indígenas nasa y organizarse con otras mujeres para buscar un ingreso sostenible. La líder del proyecto es María Lucrecia Viscué, 42 años, también conocida como Dora, quien hace eco de la importancia de la relación entre la iniciativa y la cultura Nasa.

Matilde Chocué ha construído frente a su casa un jardín con diferentes plantas que usa como medicina ancestral . Foto: Lia Valero.

— La mayoría está perdiendo la identidad, se avergüenzan del idioma nasa yuwe y la forma de vestirse ha cambiado. Es por eso que queremos fortalecer lo que se ha perdido, como tejer con fique. — Cuenta Dora, quien antes del Acuerdo de Paz colaboraba con la antigua guerrilla desde el casco urbano.

Tanto el oficio como la simbología, los han aprendido 15 excombatientes y otras 23 mujeres de la comunidad con profesoras del Servicio Nacional de Aprendizaje, Sena. La jigra, mochila tejida en la región, es la matriz (duu yaja) de la mujer nasa, central en el paso entre la niña y la adulta. La tira que se usa para cargar la mochila tiene relación con el cordón umbilical y con el vínculo de quien la cargue con la matriz de donde vino. Tejerla es revivir las raíces.

— La jigra también se regala, como símbolo de las parejas, de la unión de las relaciones. — Añade Dora.

Mientras estudian y producen, las mujeres conviven. Tanto aquellas que “cambiaron el fusil por el tejido”, como las que vieron los efectos de la guerra pasar por sus pueblos. En el ETCR, tienen a su disposición máquinas eléctricas hiladoras y telares manuales, pero aún falta recibir la capacitación para utilizarlas y acelerar la producción. La meta más cercana es tejer uniformes para los 350 reincorporados de la Cooperativa Multiactiva Ecomún Esperanza para el Pueblo, que gestiona los diferentes proyectos productivos de los excombatientes en Caldono.

"La mayoría está perdiendo la identidad, se avergüenzan del idioma nasa yuwe y la forma de vestirse ha cambiado. Es por eso que queremos fortalecer lo que se ha perdido, como tejer con fique."

Para eso, las integrantes cuentan también con el apoyo de un profesor que aprendió a coser en la guerra. El Paisa, de 52 años, es un excombatiente que se acercó a la columna móvil Jacobo Arenas de la entonces guerrilla de las Farc cociendo bolsos para cargar armas y material de intendencia. Los 26 años que pasó en el grupo marcaron el paso entre sus primeras botas auto-fabricadas, cocidas por sus manos aún jóvenes, a las elaboradas estructuras para “encaletar” armas en casas y en el vestuario.

A la iniciativa de Hilando Paz se han ido sumando mujeres de la comunidad, como Carmenza Chocoé, de 41 años, habitante de la vereda Gualó de Caldono. Luego de superar la desconfianza que sentía frente a los excombatientes, se acercó a hacer el curso de simbología y, terminadas las clases, decidió unirse al grupo, con la intención de fortalecer su técnica y empezar a vender su producción.

Este también es el caso de Diana Milena Reyes, de 32 años, otra integrante de la iniciativa que nunca ha sido parte de las Farc. Diana llegó al Cauca en julio de 2019 buscando a su tío que había entregado las armas en este municipio. Emprendió sola un viaje de 720 kilómetros desde Granada, Meta, para reencontrarse con el familiar que no veía hacía 20 años. Pero fue Hilando La Paz lo que la hizo quedarse.

— Me quedé a estudiar, a aprender a coser con las compañeras, a hacer los bolsos. Quiero poder venderlos más adelante.

Pero la convivencia entre excombatientes y población civil no se dio de forma automática. Caldono ha sido fuertemente afectado por el conflicto armado, siendo el segundo municipio con más tomas guerrilleras en el país, según el Centro Nacional de Memoria Histórica. En su casco urbano y veredas ocurrieron más de diez mil hechos victimizantes, principalmente desplazamientos, atentados, hostigamientos, despojo y homicidios, de acuerdo con el registro de la Unidad para la Atención y Reparación Integral a las Víctimas.

En Caldono, hay más de 32 mil habitantes en 86 veredas. Los excombatientes que entregaron sus armas en el municipio fueron 438. El acercamiento se dio, según Dora, por medio del trabajo colectivo y del reconocimiento a las necesidades de la comunidad, por ejemplo, construir una casa, arreglar una vía o preparar la tierra.

— Hasta ahora hay miedo en la comunidad frente a los excombatientes. Pero nos acercamos, en minga. Si no hay minga, no hay nada.- Afirma Dora.

Los choques entre la presencia de la guerrilla y las comunidades indígenas no son algo nuevo. Matilde, que fue parte del Bloque Móvil Arturo Ruiz, los empezó a sentir hace más de 15 años.

— Algunas autoridades tradicionales nos persiguieron y no pudimos descansar. El gobernador del resguardo nos quería castigar por habernos ido a la parte política-militar, pero el comandante fue a dialogar y nos defendió.

La guerra entró temprano en la vida de Matilde. Su padre fue militar en los años 1960 y llevaba el camuflaje de la época, que incluía un sombrero de punta, una carabina y las botas hacia arriba. Un uniforme “chistosísimo”, dice ella. Pero ¿cómo la hija de un soldado termina en la guerrilla?

— En las Farc sí valoraban el papel de la mujer, éramos mujeres respetadas.

Matilde decidió unirse a la insurgencia después de sufrir acoso y sentirse amenazada y silenciada. Para ella, incluso, la vida civil es más “desordenada” y “diferente” que la vida que llevaba en el monte.

— Es un cambio tremendo. Lo más difícil es dejar el arma a un lado. Lloré… Con ella, sabes que estás protegida.

La sensación de protección generada por el fusil no es algo menor: en la guerra, la fuerza prevalece y se vuelve un importante factor para no sentirse vulnerable. El tema también fue mencionado por otras mujeres excombatientes. Una de ellas es Floribel Guetio Cerón, de 33 años, que estuvo en la antigua guerrilla de las Farc entre los 13 y los 22 años y se desmovilizó en 2007, cuando regresó a la casa de la familia, en una vereda de Caldono, sin participar de ningún programa estatal.

— El fusil era la vida de uno. Perderlo era perder la propia vida también.

Conozca más sobre la historia de Matilde, los desafíos de su proceso de reincorporación y su conocimiento con las plantas tradicionales nasa.

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En la guerra y en la vida civil

Pero la convivencia entre excombatientes y población civil no se dio de forma automática. Caldono ha sido fuertemente afectado por el conflicto armado, siendo el segundo municipio con más tomas guerrilleras en el país, según el Centro Nacional de Memoria Histórica. En su casco urbano y veredas ocurrieron más de diez mil hechos victimizantes, principalmente desplazamientos, atentados, hostigamientos, despojo y homicidios, de acuerdo con el registro de la Unidad para la Atención y Reparación Integral a las Víctimas.

Matilde, Dora y Flor son excombatientes con historias, deseos y voluntades diferentes, unidas por el hecho de ser mujeres y, por ello, enfrentar desafíos específicos en su vuelta a la vida civil. Mientras hilan lana o fique, también hilan sus pensamientos, su cultura, su identidad. Y, a partir de ello, tejen convivencia.

Según datos de la entonces Oficina del Alto Comisionado para la Paz (OACP) —actual Consejería Presidencial para la Paz—, las mujeres representaban el 26% de los excombatientes acreditados en 2017, poco después de la entrega de las armas. Eso significa que, de los poco más de 13.000 excombatientes de la lista entregada por la exguerrilla, cerca de 3.250 son mujeres. En el ETCR de Caldono, la proporción es más pequeña: un 18,8% de mujeres, según censo realizado por la Universidad Nacional. Actualmente, Matilde es una entre las 38 mujeres vinculadas al ETCR, donde también viven 200 hombres, de acuerdo con la Agencia Nacional de Reincorporación (ARN).

— Los mayores desafíos están en tener el espacio, las oportunidades y las posibilidades. Muchas de ellas no fueron grandes comandantes ni nada por el estilo. Han tenido que aprender a ser lideresas en este momento [después de la guerra]. Cuando fueron para la guerrilla eran mujeres de la comunidad que se fueron muy jóvenes por las condiciones de violencia y de exclusión. Así que han tenido que aprender a arriesgarse. Muchas son madres, y el tema de cuidado con sus hijos no está garantizado, tienen dificultades. Es una doble carga. A las mujeres de las comunidades no les toca fácil, pero tienen su familia, su tierra, su vivienda. Las nuestras no tienen nada de eso. — La senadora y excombatiente Victoria Sandino habló con La Paz en el Terreno en Sasaima, Cundinamarca, durante un evento con mujeres lideresas que se estaban organizando para llevar sus causas a las urnas en las elecciones de 2018.

Excombatientes también citaron como desafíos la planificación —durante la guerra, en el Cauca, usaban parches de hormonas a los cuales ya no tienen acceso—, la desigualdad en la vida civil entre las tareas asignadas a hombres y a mujeres y la asignación de los roles de liderazgo en los proyectos productivos.

"Los mayores desafíos están en tener el espacio, las oportunidades y las posibilidades. Muchas de ellas no fueron grandes comandantes ni nada por el estilo. Han tenido que aprender a ser lideresas en este momento [después de la guerra]."

A su vez, las mujeres víctimas también han sufrido violencias específicas en el marco de la guerra. Se volvieron botín de diferentes actores armados; sus casas y sus cuerpos fueron vulnerados; recibieron castigos por tener relaciones afectivas o familiares con miembros de grupos ilegales y desplazadas. Muchas, como Diana Milena, fueron obligadas a convivir con la ausencia de sus parientes que se fueron a combate.

Según el registro de la Unidad de Víctimas, son 4.481.788 las mujeres víctimas del conflicto armado, poco más de la mitad del total de reportes. En el delito de violencia sexual las víctimas mujeres son la gran mayoría, entre 14.250 y 15.738 casos, de acuerdo con el Observatorio de Memoria y Conflicto del Centro Nacional de Memoria Histórica, CNMH. Específicamente en el Cauca, esa violencia afectó a 650 mujeres y 41 hombres en el marco del conflicto entre 1958 y 2018, según el CNMH.

Para atender a estas vulneraciones, tanto de excombatientes como de víctimas, se desarrolló para el Acuerdo de Paz la perspectiva de género y de los derechos de las mujeres.

— La violencia política ha afectado de forma diferente a hombres y mujeres, y ha afectado a las mujeres en todos los aspectos de su vida. En un territorio que ha vivido tan cercano a la violencia, las comunidades étnicas han sufrido el racismo, que se exacerba si son mujeres. Eso es absolutamente evidente — Afirma Martha Sánchez, integrante de la Instancia Especial de Mujeres para el Enfoque de Género en la Paz al lado de otras 15 compañeras.

Martha estuvo en el encuentro territorial que reunió cerca de 40 mujeres en Santander de Quilichao en noviembre de 2019, para tratar sobre los desafíos de la implementación del enfoque. Entre los temas que siguen ocurriendo en el norte del Cauca, señala el reclutamiento forzado, de niños y niñas, “que afecta a las mujeres, tanto a las que se quedan como a las que se tienen que desplazar”.

Hilando la Paz es la marca creada en el Espacio Territorial de Capacitación y Reincorporación (ETCR) de Caldono, por varias excombatientes para comercializar productos textiles y de artesanato. Foto: Lia Valero.

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Perspectiva de género: un tejido

La construcción de la perspectiva de género para el Acuerdo se dio a partir de una subcomisión, creada en 2014, con cinco integrantes del gobierno y cinco de las Farc. También aportaron a la discusión 18 organizaciones de mujeres y LGBTI, además de 10 exguerrilleras de países como Sudáfrica, Irlanda del Norte, Guatemala, El Salvador, Indonesia y Guatemala y diez expertas violencia sexual. Según informe de la Corporación Humanas sobre la reincorporación con enfoque de género, publicado en 2017, el 60% de las víctimas que comparecieron a los diálogos en La Habana eran mujeres.

Entre las conclusiones de la mesa de negociaciones se reconoció que la participación activa de las mujeres genera una sociedad más democrática, que su presencia en pie de igualdad es esencial en la prevención y solución de los conflictos, y que ellas han sufrido graves consecuencias debido a las infracciones al derecho internacional.

En el Acuerdo, esas discusiones se plasmaron en el llamado enfoque transversal, dirigido a temáticas como el acceso a la propiedad rural en igualdad de condiciones con los hombres; la garantía de los derechos sociales, culturales y económicos y la participación en espacios de tomas de decisión. Martha Sánchez explica que el enfoque de género es un avance porque por un lado tiene en cuenta las acciones afirmativas para corregir las desigualdades y, por el otro, considera el género en todos los puntos del Acuerdo.

La implementación, sin embargo, no despegó. Informe divulgado por el Instituto Kroc en la mitad de 2018 mostraba que el 51% de los compromisos con enfoque de género no se habían iniciado y solo el 4% se habían implementado completamente. Entre los temas más sensibles identificados por el informe están la reincorporación de excombatientes, las garantías de seguridad, la participación y la solución al problema de cultivos de uso ilícito.

Desde el partido Fuerza Alternativa Revolucionaria del Común, Farc, también se ha creado una estrategia integral de reincorporación con enfoque de género, cuyo proceso alimentó la construcción de la perspectiva presente en el Acuerdo.

— Si algo hemos trabajado nosotras, que me parece a mí genial, es la reincorporación para y desde las mujeres exguerrilleras. (…) En la reincorporación política, estamos buscando dos aspectos fundamentales, uno es la formación, para conocer a lo que nos enfrentamos y a los derechos a los que tenemos que acceder, y la otra es la participación y representación, tanto interna en el partido como en el ejercicio ciudadano, es decir, en las instancias de tomas de decisiones. — Explicó Victoria Sandino.

Otra línea prevista en la estrategia es el empoderamiento económico, tanto para abordar el tema del cuidado, incluyendo la participación equitativa familiar, como para lograr la independencia financiera y la participación en los proyectos productivos de las mujeres.

— Así como se lucha el enfoque de género, también se lucha para que los proyectos tengan el enfoque. Los primeros que se hicieron no lo tenían, por eso se creó una mesa de género en el CNR [Consejo nacional de Reincorporación], y la pelea es para que cada uno de los proyectos que salga tenga ese enfoque. Y lo hemos logrado.

Mochilas tejidas por excombatientes y personas de la comunidad de Caldono, como parte de los proyectos productivos del Espacio Territorial de Capacitación y Reincorporación (ETCR) de esta zona. Foto: Lia Valero.

De los siete proyectos productivos colectivos aprobados por el CNR en el Cauca, todos tienen participación de mujeres e incluyen el enfoque de género en su descripción, con términos como “empoderamiento”, “autonomía”, “experiencia particular” y “lenguaje inclusivo”. Sin embargo, solo dos de ellos son liderados por ellas: Hilando la Paz y una iniciativa de piscicultura en la vereda Tumburao, Silvia. Jhan Carlos Moreno, representante de la cooperativa de excombatientes de Caldono, que incluye 86 mujeres, afirma que “las mujeres son miembros con igualdad de derechos y de condiciones”.

Isabel Ruano, miembro del componente Farc de la Comisión de Género, creada en el Cauca para acompañar la reincorporación, afirma que hay otros proyectos iniciados por excombatientes en el norte del departamento. En Caldono, están en proceso de implementación espacios para el cuidado de los hijos, y, en Miranda, hay una iniciativa establecida de producción de muñecas, y se está empezando una idea nueva para la confección de lencería.

— La mayor dificultad es la gestión. Mientras no podamos encontrar los recursos, no los podemos desarrollar. Con inversión, las mujeres podrían participar más, crear más iniciativas propias.

Sobre los tipos de proyectos liderados por mujeres en el norte del Cauca, Isabel los atribuye a la particularidad intercultural de la región y la importancia de los tejidos para las indígenas nasa.

La Agencia de Reincorporación y Normalización (ARN) también informa que ha realizado formaciones a su grupo territorial sobre el enfoque de género y los derechos de las mujeres, además de ejercicios de sensibilización sobre violencia basada en género, la construcción de una ruta de prevención a ese tipo de violencias y una brigada de atención a la salud sexual y reproductiva en los ETCR, en alianza con Profamilia. La Gobernación del Cauca también ha realizado capacitaciones sobre empoderamiento y prevención de violencias.

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Hilo doble y desafíos entrelazados

Hay técnicas de tejer que entrelazan la lana de forma artesanal, punto a punto. Éstas permiten tejer con hilo doble, que resultan en una mezcla de colores o en prendas más gruesas. En el ETCR de Caldono, con los telares manuales, los hilos se entrelazan más rápidamente, con las manos seguras y entrenadas de quienes las operan.

En el proceso de reincorporación de las mujeres, también se mezclan diferentes hilos. Una doble carga de desafíos se entrelaza, tanto aquellos vividos por las mujeres como los sentidos por los excombatientes en general. Y esos hilos también pueden multiplicarse. Como en el telar manual, la cantidad de hebras —y retos—, en este caso, va depender de factores étnicos, territoriales, de acceso a la educación, de condición financiera, y otros que se suman al tejido.

En el Cauca, los desafíos que se presentan a los excombatientes, mujeres y hombres, se relacionan con la seguridad y la presencia de grupos armados, con la sostenibilidad de los proyectos productivos, con las trabas burocráticas y con la estigmatización.

En relación a los proyectos, a pesar de que hay ejemplos prometedores como el aguacate hass en el resguardo Tumburao, hay iniciativas que después de la inversión inicial aún no despegan en la comercialización. Es el caso de Hilando la Paz, cuyos miembros buscan capacitaciones para generar una mejor cantidad de producción y la salida para sus ventas. Mientras eso no ocurre, los excombatientes viven de la prórroga de su asignación mensual de 90% de un sueldo mínimo a la que siguen teniendo derecho desde que estén vinculados a actividades de reincorporación social y económica, como un proyecto productivo o el estudio.

En el caso del cultivo de café, en los municipios de Toribio, Caloto, Corinto y Miranda, hay una contradicción. El grano “Espíritu de Paz”, que ganó en 2019 el primer lugar de café de calidad en los Premios Internacionales Ernesto Illy, en Nueva York, aún no tiene una producción sostenible para todos los excombatientes vinculados.

— El premio significa que hay un buen territorio, donde se da un buen café. Pero para el productor no hubo capacitaciones, y faltan recursos. (…) La gente no se siente contenta porque nos pagaron como a cualquier café. — Afirma Natibel Chontré, de 56 años, que vive en el ETCR Dagoberto Ortiz, en Miranda, donde se dedica al cultivo de café al lado de otras 22 personas. Además, explica que el café solo genera una cosecha al año, siendo una buena a cada dos años. Por eso, por ahora, no es posible subsistir solamente con ese cultivo.

"En el Cauca, los desafíos que se presentan a los excombatientes, mujeres y hombres, se relacionan con la seguridad y la presencia de grupos armados, con la sostenibilidad de los proyectos productivos, con las trabas burocráticas y con la estigmatización."

También es visible la dificultad de aprobar proyectos colectivos en el CNR, debido a la exigencia de requisitos para los proyectos. En el Cauca, los excombatientes presentaron 12 iniciativas hasta noviembre del año pasado. De esas, seis —la mitad— fueron aprobadas y cuatro recibieron el respectivo desembolso, según Carmen Elisa Sánchez, secretaria técnica de reincorporación y consejera de educación del partido Farc en Popayán.

— Más difícil es aprender a reconocer la juridicidad que fue hecha para atender a uno, la burocracia. El Banco Agrario no nos ha dado la cuenta a la cooperativa hasta hoy. — Añade Enrique Obrero, miembro de la dirección municipal del partido Farc en Popayán, quien también critica la ruta de ARN de los proyectos productivos individuales, tanto por afectar la organización de las cooperativas como por ser menos sostenibles a largo plazo, debido al monto inicial de solamente un excombatiente (8 millones de pesos por proyecto). En las iniciativas colectivas, los excombatientes interesados unen sus desembolsos para completar la financiación del proyecto.

Sobre el tema de la seguridad, excombatientes afirman que grupos armados ilegales están ofreciendo pagos por su reclutamiento, que varía en montos entre exguerrilleros rasos y de más alta patente. Además, con la estigmatización y los asesinatos sufridos en nivel nacional —según la ONU, 173 excombatientes fueron asesinados en Colombia desde la firma del Acuerdo hasta el fin de 2019—, se han desarrollado algunas medidas de autoprotección, como llegar temprano, no exceder en reuniones en horas y sitios específicos, no movilizarse sin avisar y buscar caminar por lugares claros.

Martha Sánchez, de la Instancia Especial de Mujeres, también considera la seguridad como la principal dificultad vivida actualmente en el norte del Cauca, principalmente en los municipios priorizados para los programas de desarrollo con enfoque territorial (PDET) y los planes de sustitución de cultivos de uso ilícito (PNIS).

— Se ha incrementado el tema de asesinatos de mujeres y lideresas, particularmente personas que firmaron la sustitución. Hay una restricción grandísima, vivir en esas zonas se convierte en un riesgo adicional. —Martha también menciona la desarticulación entre las entidades nacionales y territoriales y la falta de recursos para los municipios, así como el desconocimiento de diferentes puntos del Acuerdo por la población.

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Tejiendo Derechos Humanos

Entre los hilos cobijados por el enfoque de género del Acuerdo de Paz no están solamente las excombatientes, sino también las otras mujeres de las comunidades en el norte del Cauca.

— El fin del conflicto es una oportunidad para que las mujeres víctimas, en su capacidad de trascender el dolor que genera el hecho victimizante, se conviertan en constructoras de paz. — Destaca el informe “Equidad de Género y Derechos de las Mujeres en el Acuerdo Final de Paz”, de la Corporación Humanas.

Durante las conversaciones en La Habana, previas al acuerdo, se reconoció la urgencia de considerarlas no solamente como víctimas, sino como ciudadanas con un rol activo. Y fue entrelazando hilos para fabricar mochilas y zapatos que ese empoderamiento llegó a los municipios de Caldono y Jambaló.

La casa parroquial del casco urbano de Caldono se llenó el miércoles 30 de octubre de 2019. Una actividad organizada por la organización Pax en Colombia atrajo al diálogo tanto hombres como mujeres de la comunidad, provenientes de diferentes veredas. En este espacio se proyectó un documental sobre la iniciativa Tejiendo los Derechos Humanos y la situación general de seguridad en la región. Mientras los participantes hablaban, Irma Pulcué, 33 años, tejía. Durante la proyección del documental, seguía construyendo un zapato y reflexionando con dos agujas.

— Tejiendo pienso mejor, voy tejiendo también las ideas y los pensamientos.

Irma es una de las facilitadoras del taller Tejiendo los Derechos Humanos en Caldono. La iniciativa permite que las participantes, tanto pobladoras como excombatientes, reflexionen sobre sus derechos mientras conviven y aprenden un oficio productivo. El proyecto tiene el apoyo de la Fundación Pax en Colombia, que facilita los refrigerios, los materiales y los instructores.

— Con nuestras manos, se tejen unos zapatos, Pero también se teje conocimiento, vivencia, relaciones, solidaridades. Sacamos nuestras heridas, lloramos juntas. —Agrega Dora Alicia Villaquirán, de 46 años, indígena nasa de Tierradentro, Cauca, y facilitadora de Tejiendo los Derechos Humanos. En los talleres excombatientes y pobladoras de la comunidad, en jornadas de cuatro días seguidos. — Hablamos de violencia familiar, de derechos, y sobre qué hay que hacer cuando pasa algo violento.

Adilia García es neehwe’sx o autoridad tradicional. Como parte de la cosmovisión Nasa, estas autoridades enfrentan los conflictos de su resguardo a través de la palabra y el conocimiento. Foto: Lia Valero.

Dora, que ha hecho parte del Programa Mujeres de la Asociación de Cabildos Indígenas del Norte del Cauca (ACIN), cuenta que hay mucho silencio en relación a las violencias en contra de la mujer y que el taller ayuda a que los temas aparezcan.

— Me acordé de cosas que me pasaron a mí, o a mi mamá, con las violencias de mi papá. Mientras tejemos, hablamos.

El Programa Mujer ACIN es, según definición en su página web: “donde reflexionamos, nos escuchamos entre todas desde nuestras miradas y aportamos al fortalecimiento del mismo tejido”. Actualmente es denominado Tejido Mujer Çxhab Wala Kiwe (territorio ancestral Nasa en el norte del Cauca, donde están 19 cabildos indígenas). Dora señala que no es una organización que se considere feminista, ya que la visión nasa es diferente de la visión occidental sobre el papel de la mujer.

— El tema de género genera un rechazo… Y eso porque el feminismo no es nuestro. La equidad de género aquí es equilibrio y armonía. La mujer es una semilla que genera vida y la madre, la representación de la madre tierra. Pero también tenemos cercanías [con el feminismo], en la lucha por derechos y contra la violencia.

Además del compartir, los zapatos de Tejiendo los Derechos Humanos han generado una posibilidad de entrada económica, aún incipiente.

— Una compañera ya vende los zapatos que teje. Antes cultivaba coca y marihuana, ahora ya puede comprar por lo menos el arroz con su tejido.

Los hilos al unirse crean una estructura sólida que resulta en una manta para abrigar, unos zapatos para proteger o un bolso para sostener. Tejiendo los Derechos Humanos e Hilando la Paz tienen esa similitud: las mujeres se unen y construyen una estructura para crecer juntas, en una red que sostiene y que retiene la caída, un símbolo de continuidad.

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Manos seguras y entrenadas

Aunque en los diálogos de la Habana se haya reconocido que la sociedad es más democrática cuando las mujeres participan activamente de la política, aún hay un bache en esa participación. De los 32 gobernadores de los departamentos colombianos electos en 2019, solamente dos son mujeres y, de las 1.101 alcaldías locales, 121, según cifras de la Registraduría.

Flor fue una de las candidatas al consejo del departamento del Cauca, por el partido Farc. No fue electa, pero destacó la importancia del intento.

— Pudimos decir que las mujeres también podíamos. Ya sabemos administrar la familia, podemos administrar los otros también.

El mayor desafío, dijo Flor, fueron las largas caminatas y el cansancio, pero que también generaron un acercamiento más grande a los pobladores de Caldono. Se decepcionó, sin embargo, con la posición de las otras mujeres. “No nos dimos ese apoyo entre nosotras mismas.”

El partido Farc también tuvo una candidata a la Alcaldía de Caldono, Luz Edith Chilo, exgobernadora indígena del resguardo de Pioyá. Diferentemente de Flor, nunca ha sido combatiente y es víctima de la guerrilla: tuvo a dos hermanos asesinados en 1997. En 2016, en el contexto de la firma del Acuerdo de Paz, se acercó al partido y se identificó con muchas de sus reivindicaciones.

No solo la política partidaria, durante las elecciones, ha generado la participación activa de las mujeres. Han nacido también nuevos espacios de resistencia, como el Movimiento de Mujeres Nasa Hilando Pensamiento del Plan de Vida Proyecto Nasa, que incluye los resguardos de Toribio, San Francisco y Tacueyó, en el municipio de Toribio. Una de las lideresas del movimiento era Cristina Bautista, neehwe’sx del resguardo de Tacueyó asesinada por columna Dagoberto Ramos, autodenominada disidencia de las Farc, el 29 de octubre de 2019. En la imagen del movimiento, una mujer nasa carga la chonta, el chumbe y la jigua. En el día de la siembra de Cristina (como denominan el día del entierro), sus compañeras del movimiento se manifestaron.

— Ella siempre dijo que las mujeres somos la resistencia. La invitaron a trabajar en una Embajada fuera de Colombia, no aceptó. Se quedó para fortalecer el proceso de mujeres de la guardia indígena. Somos las hojas, somos la semilla que ella sembró. — Afirmó una de las integrantes.

—Seguimos mandadas, sometidas, y eso no debería ser. Queremos mujeres lideresas. Eso que le hicieron a ella no es para que nos agachemos la cabeza, sino para que nos mantengamos unidas y luchado por nuestros derechos — completó otra integrante.

"Ella siempre dijo que las mujeres somos la resistencia. La invitaron a trabajar en una Embajada fuera de Colombia, no aceptó. Se quedó para fortalecer el proceso de mujeres de la guardia indígena."

Luz Dary Campo, 44 años, concejala de Toribio, por el MAIS (Movimiento Indígena Alternativo y Social) cuenta que Cristina motivó el inicio de la organización en el 2016, porque “había mucha mujer maltratada en la comunidad”. En el año siguiente, lograron el apoyo del plan de vida Proyecto Nasa.

- Ojalá nos sigan acompañando para seguir el trabajo.

Victoria Sandino señala que el ejercicio político que se da en la sociedad colombiana es “muy machista y patriarcal” y que les afecta a las mujeres que los mismos hombres jefes militares pasen a ser también los jefes políticos.

—No es que no existiera machismo y patriarcalismo en la guerrilla, ¡claro que existía! Pero era mucho más moderado para nosotras al estar en un nivel de igualdad en la condición de la guerra. Ahora, la competencia es salvaje, si tú dices tal cosa tienes que medir como lo dices porque puedes ser usado en su contra.

El aumento de la participación política es uno de los caminos de empoderamiento que el enfoque de género del Acuerdo de Paz intenta fortalecer. Como en los otros puntos, la dificultad ha sido su implementación.

— El enfoque es central para que sea tomado en cuenta por los actores institucionales que lideran las políticas públicas. Tenemos que avanzar y no retroceder, como parece que está pasando. —Afirma Martha Sánchez.

Como en un telar manual, la presencia bien arreglada de los hilos es un inicio, pero no es suficiente para que se entrelacen de manera adecuada. Es necesario que las operaciones de la máquina —y la implementación del Acuerdo— se realicen por manos seguras y entrenadas, que ajusten las puntas sueltas y permitan la convivencia harmoniosa entre las hebras. Y, en este caso, cargando el peso de un telar construido por dinámicas de desigualdad que ya existían antes del conflicto, pero que fueron profundizadas por él.

Escucha aquí nuestro podcast sobre la participación de las mujeres de comunidades del Norte del Cauca y ex combatientes de las Farc que están haciendo resistencia, en medio de la resistencia:

Investigación:Fernanda Barbosa y Lia Valero

Texto:Fernanda Barbosa

Edición general:Juana Callejas

Fotos y realización audiovisual:Lia Valero

Ilustraciones:Rizoma- @OjoRizoma

Diseño y montaje:Paula Hernández