Medellín, 2008. En un año, el número de homicidios aumentaron en casi 300 casos. De 788 hechos violentos perpetrados en el 2007, se incrementó el número a 1.066 en el 2008, según datos del Instituto Nacional de Medicina Legal. Entre estas cifras está el nombre de la defensora de los Derechos Humanos y de las mujeres Olga Marina Vergara, asesinada el 24 de septiembre de aquel año, junto con otros tres de sus familiares, incluido su nieto de cinco años de edad. Estos hechos cumplen diez años y las garantías para ejercer este tipo de liderazgo aún no mejora.
Para ese entonces, la esperanza de una favorable desmovilización de las Autodefensas Unidas de Colombia (Auc) en el 2006, se diluía mientras el recrudecimiento de la violencia crecía en uno de los departamentos más afectados por el conflicto armado colombiano. El declararse defensor de los Derechos Humanos ya era, desde hace mucho, un riesgo para los líderes sociales en Colombia (vea también: La violencia contra líderes y lideresas: un problema con raíces históricas).
¡Mujeres unidas en busca de paz!
Ruta Pacífica de las Mujeres (RPM) es uno de los movimientos feministas que, con su política de la No violencia, decidió hacerle frente al conflicto armado. Al unísono de ‘¡mujeres unidas en busca de paz!’ Cientos de mujeres se desplazaron hasta Mutatá, Antioquia, en 1996, para hacer pedagogía para la paz con las mujeres víctimas del conflicto. Este fue el origen de las muchas más movilizaciones sociales, marchas y estrategias pedagógicas que viene realizando la organización.
Marina Vergara trabajó en aquella ONG y marchó en la región de Antioquia desde 1998 hasta la fecha de su muerte. La RPM se dedica, hasta hoy día, en hacer visible el impacto de la guerra sobre la vida y cuerpo de las mujeres. Son impulsadoras de la Ley 1257, que previene y sanciona toda forma de violencia y discriminación contra las mujeres. Ley que entró en vigor en 2008, mismo año en que la defensora fue asesinada.
La lideresa comenzó su defensa por los Derechos Humanos en la Corporación Con-Vivamos, una entidad que hace parte de la RPM. Allí acompañó varios procesos de liderazgo en la zona nororiental de Medellín, que comprende las comunas 1, 2, 3 y 4 de la capital antioqueña.
Teresa Aristizábal, cofundadora de la RPM y su coordinadora en la región de Antioquia, relata cómo fue el ingreso de ella a la organización: “Olga Marina pertenecía a diferentes procesos que convocaba la Corporación Con-Vivamos, y dentro de ella la creación de lo que se llama para nosotras la Plenaria de la Ruta Pacifica de las Mujeres, que es la convergencia de mujeres de diferentes puntos de la ciudad, y en el cual ingresa Marina Vergara”.
Era una entusiasta por su trabajo con las comunidades y, en especial, con las mujeres. Antes de ingresar a la RPM, la defensora desconocía la palabra ‘pacifismo’, pero el contexto de una cultura violenta enmarcada por un conflicto armado la motivó aún más por estudiar sobre lo que significa el llamado antimilitarismo y las teorías feministas. Marina Vergara no se guardó nada para ella sola, siempre intentó compartir su conocimiento ante cualquier persona o comunidad que estuviera interesada.
“Y es que ella me decía que, cuando no había reunión de la Ruta, que necesitaba estar, que nos moviéramos, que qué había para hacer, que si las mujeres estaban atentas. Esa era la cosa fuerte que ella tenía: replicar toda la formación que aquí hemos podido adelantar en RPM (…) y ella solita, sin que nadie se lo dijera, iba y hacía la réplica en sus territorios, no solamente en los grupos que pertenecía, sino también en el barrio, en la gente cercana a ella”, recuerda Aristizábal.
“A mí me cambió la vida desde que llegué a la Ruta Pacífica”
La lideresa estuvo presente en la mayoría de las movilizaciones que se llevaron a cabo en muchos de los municipios de Antioquia y de las regiones del Urabá antioqueño y del Magdalena Medio, entre otros. Hizo parte también del movimiento internacional Mujeres de Negro (Women in Black), en el cual, desde 1998, han intentado crear espacios para las voces de las mujeres contra la guerra. Marina Vergara, a partir del año 2000, acompañada de las mujeres de la RPM y en asocio con dicho colectivo internacional, se tomaban el Parque del Río en Medellín el último martes del mes. En las tomas realizaban actos simbólicos y artísticos que representaran la reivindicación de los Derechos Humanos de las mujeres, justo en medio de un país en guerra.
La lucha de Marina Vergara por hacer visible la relación entre el conflicto armado y las mujeres fue inagotable, aun sabiendo el riesgo con el que corría. Teresa Aristizábal y sus compañeras que hacen parte de la organización, también tienen claro que las garantías de seguridad son bajas a la hora de realizar este tipo de liderazgo: “Yo digo que las mujeres cuando hacemos parte de procesos como estos, hablando de paz en medio del conflicto, pues somos mucho más vulnerables que otras personas. Y Olga Marina fue muy vulnerable a la violencia urbana armada que había todavía. Olga Marina fue vulnerable en sus territorios por alzar la voz, por exigir los Derechos Humanos de las mujeres, así como muchas otras que hay en el territorio todavía”.
En la mañana del 24 de septiembre de 2008, varias personas irrumpieron la tranquilidad de la casa de Marina Vergara en el barrio Prado Centro de Medellín. La lideresa, junto con su hijo, nuera y nieto de cinco años de edad, fueron encerrados en una habitación y posteriormente asesinados. Solo hasta las 10:00 de la noche encontraron los cuerpos, después de que un familiar llegara a la casa (Haga clic acá para conocer más sobre la masacre).
Aun después de diez años de lo ocurrido, poco se sabe sobre los autores de la masacre. El entonces comandante de la Policía Metropolitana de Medellín, Dagoberto García, afirmó que el hecho se debía a un “ajuste de cuentas”, ya que, meses atrás, las autoridades habían encontrado varias cajas de licor adulterado que atribuyeron al hijo de la defensora, Wéimar Alejandro Agudelo, quien también fue víctima de la masacre.
Para la RPM, lo sucedido con Olga Marina Vergara va mucho más allá de un “ajuste de cuentas”: “Pues nosotras hemos solicitado información y nos dicen siempre lo mismo. Entonces nosotras cada año mandamos una carta y nos contestan exactamente lo mismo. Y pues yo creo por ella, por su memoria, debemos ser muy respetuosas. A Olga Marina no le pueden dar una respuesta de su hijo por la muerte de ella. O sea, eso no es así, además no solamente fue ella, fueron 4 personas asesinadas en ese momento. Eso tiene sevicia, eso tiene otras cosas”, afirma Teresa Aristizábal. Según la Defensoría del Pueblo, Olga Marina Vergara no habría recibido ninguna amenaza previa a lo sucedido.
La situación de Medellín en el 2008 era preocupante incluso para la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) que, mediante un comunicado, expresó su preocupación. “Durante el año 2008 la labor de defensores de derechos humanos, líderes sociales y sindicalistas continuó viéndose afectada por amenazas contra la vida y la integridad personal. Persiste además el empleo de “montajes” judiciales en contra de defensores y defensoras de derechos humanos”, aclara el informe.
Después de diez años, las garantías de seguridad para los líderes sociales en el país no parecen mejorar, no obstante, aún hay muchas otras personas que siguen ejerciendo liderazgo en territorios vulnerables.
Teresa Aristizábal todavía no olvida las palabras que hace diez años le dijo la lideresa Vergara: “’Tere’, yo aquí en la Ruta… A mí me cambió la vida. O sea, yo no sabía que existía el pacifismo. Soy víctima de una cultura violenta, quiero transformar esto”.