Mujeres lesbianas, bisexuales y trans han defendido en el Caribe colombiano su identidad y orientación sexual, pese a las amenazas, los asesinatos y la estigmatización.
Esta investigación fue posible gracias al apoyo de la FES en Colombia
Son mujeres del Caribe colombiano, mujeres lesbianas, bisexuales y trans; son mujeres discriminadas y violentadas, pero también mujeres que defienden sus derechos. Unas 30 de ellas se encontraron en Barranquilla para dialogar de sus experiencias y liderazgos en los departamentos de La Guajira, Bolívar, Sucre, Cesar, Córdoba, Magdalena y Atlántico, dentro del Encuentro Regional Enterezas, un espacio organizado por la FES en Colombia y la corporación Caribe Afirmativo.
“Estamos en una región inmensamente machista”, “los grupos armados tenían una política de eliminarnos por nuestra orientación sexual y de género” y “a quién pedimos ayuda si es la misma Fuerza Pública e instituciones quienes nos maltratan” fueron algunas de las frases recurrentes que se oyeron durante estos tres días. Caribe Afirmativo, una organización que busca el reconocimiento de los derechos y el acceso a la justicia de la comunidad LGBT (lesbianas, gais, bisexuales y trans) documentó que durante 2017, el 60% de esta población en la Costa Caribe ha recibido algún tipo de amenaza y 65 de sus integrantes han sido asesinados.
La Paz en el Terreno, la iniciativa periodística de Colombia 2020 y Rutas del Conflicto, ha documentado tres liderazgos de la población LGBT, que han buscado la reivindicación y el reconocimiento de sus derechos y fueron asesinadas. En el encuentro, que se realizó entre el 22 y 24 de octubre, se entrevistaron a seis mujeres lesbianas y trans que viven en contextos marcados por la violencia, la estigmatización y la criminalización. Sus historias se desenvuelven en medio de una cultura machista que históricamente las ha discriminado, el maltrato de autoridades e instituciones gubernamentales y el propósito de grupos armados de aniquilarlas. Sin embargo, estas son mujeres que un día, cansadas de la victimización, decidieron luchar una cruzada existencial por la reivindicación de su identidad.
Sucre, un alto al machismo
Sharon Guerra es una mujer trans que ha visto cómo cinco personas en su condición han sido asesinadas en el municipio de San Marcos, la mayoría en situación de prostitución. Sharon acompaña estos casos jurídicamente. Otra de las defensoras de los derechos de la población LGBT en Sucre se llama Chiro Castellanos, una mujer lesbiana que hace pedagogía a través del arte para que en Sincelejo, la capital del departamento, conozcan y comprendan a su comunidad.
Sharon enfoca su liderazgo desde Sucre Diversa, sede de la organización defensora de Derechos Humanos para la población LGBT de Colombia Diversa. Desde allí busca mostrar la realidad de las mujeres trans, quienes tienen pocas opciones de ingreso más allá de la prostitución, por la que son criminalizadas, o las economías del rebusque que a diario las exponen a maltratos y agresiones en espacios públicos, tanto por policías como por habitantes del pueblo. Como parte de su liderazgo, Sharon también ha buscado orientar en educación sexual a las mujeres trans dedicadas a la prostitución.
El trabajo de Chiro Castellanos, por su parte, se enfoca en mostrar cómo el ejercicio de la violencia muchas veces comienza desde el círculo familiar, por ejemplo, con casos de abuso sexual que los familiares justifican como un modo para “corregir” la orientación o expresión de género de estas mujeres. De acuerdo con el informe de Caribe Afirmativo: Enterezas: mejorando la respuesta a casos de violencia contra mujeres lesbianas, bisexuales y trans, las mujeres lesbianas y bisexuales son las que mayores violencias sufren desde su círculo cercano.
“A las mujeres lesbianas muchas veces sus familias les obligan a casarse o a tener relaciones sexuales con hombres; socialmente se avala realizarles pruebas de virginidad o incluso presionar embarazos. Estas son acciones que se naturalizan en las comunidades, están silenciadas y justificadas y, por su contenido sexista y patriarcal, son violencias que no afectan a hombres gais”, relata el informe. Es decir, son violencias que tienen un contenido correctivo, mientras que para los hombres gais y mujeres trans se quiere no “mejorar” su orientación sino eliminarlos.
Desde 2014, Chiro empezó a experimentar desde el arte estrategias para que la población del Caribe transforme su machismo en discursos y actitudes de mayor igualdad e inclusión con las mujeres lesbianas. Estas estrategias van desde la fotografía hasta la performance, definida por la RAE como una actividad artística en la que se improvisa e interactúa con el espectador. “Sin etiquetas me estás negando otras formas de ser” es el nombre de uno de los performances que esta lideresa lleva a cabo para sensibilizar a los sincelejanos, con el que busca ir más allá de las siglas que identifican a la población LGBT.
Según contabilizó Caribe Afirmativo en su informe anual, desde 2015 han sido asesinadas por lo menos cinco mujeres trans en Sucre debido al exterminio social, o mal llamada “limpieza social”. Estos crímenes tachan de “indeseables” a las mujeres trans que se prostituyen o a quienes han tenido posibles nexos con grupos delincuenciales, en actividades relacionadas con microtráfico, por ejemplo.
La Comisión Interamericana de Derechos Humanos explicó en su informe sobre población LGBT que la expulsión a temprana edad de sus familias, el bajo nivel de estudios y la poca movilidad de trabajo trae como consecuencia un ciclo de exclusión socioeconómico que lleva a muchas de estas mujeres a espacios de economías informales o ilegales.
Caribe Afirmativo documentó que Sucre, después de Antioquia, es el departamento que recibe más amenazas contra la población trans por la confluencia de grupos armados con políticas directas en contra de la comunidad LGBT y por las disputas de economías ilegales en la región.
Córdoba, basta de violencia institucional
Durante 2017, al menos cuatro mujeres trans fueron asesinadas en el departamento y dos fueron amenazadas, según Caribe Afirmativo. “Desde los 14 años empecé mi tránsito a ser mujer”, afirmó Rosita, una mujer trans que tuvo que sacrificar su apariencia de mujer para conservar su empleo. Desde entonces ayuda a las demás mujeres lesbianas, bisexuales y trans del municipio de Montelíbano, Córdoba.
Rosita es servidora pública de la Alcaldía del municipio desde hace siete años, trabajo que le ha permitido conocer cómo presentar quejas y derechos de petición, denunciar maltratos y promover el restablecimiento de derechos de la población LGBT a través del acompañamiento que hace de los procesos judiciales.
Rosita, en 2015, tras la llegada de una nueva administración, fue retirada de su cargo como asistente administrativa y reasignada como vigilante en horario nocturno, con la indicación de que si quería recuperar su puesto, debía vestirse como hombre. Para conservar su trabajo y desde allí continuar ayudando a su comunidad, esta mujer trans accedió y decidió cortar su cabello y adoptar la apariencia masculina que había cambiado en la adolescencia. “Me tocó cortarme el cabello y vestir de otra forma, fue como volverme a reconocer”, afirmó.
Córdoba, como el resto de departamentos del Caribe, tiene prácticas culturales machistas, como lo afirma Wilson Castañeda, investigador del informe Enterezas, lo que dificulta procesos de transición de género y fomenta violencias físicas y simbólicas contra esta población.
De igual forma, Rosita centra su liderazgo en visibilizar a la población LGBT desde narrativas distintas como “solo los hombres juegan fútbol”. Por ello, organizó un campeonato de fútbol entre varios municipios cercanos, con equipos conformados por hombres gais y mujeres trans.
Estos espacios de visibilidad han permitido mayor respeto hacia esta comunidad en Montelíbano, a pesar de las amenazas en su contra por parte de las Autodefensas Gaitanistas de Colombia (AGC), conocidas por las autoridades como el Clan del Golfo (un grupo armado organizado proveniente del paramilitarismo que delinque en la región) y de los obstáculos administrativos que les imponen servidores públicos de la Alcaldía.
La Guajira tiene mujeres diversas
Jusmingrid Sandoval recuerda a Madonna Bandillo y el duro camino que tuvo que recorrer para que las comunidades indígenas wayúus y zenús, y un asentamiento de musulmanes procedentes de Oriente Medio, aceptaran a la primera trans en el municipio de Maicao. La historia de Madonna ha sido la motivación para que muchas más mujeres de la comunidad LGBT expresen abiertamente su orientación sexual e inciden en la protección de las trabajadoras sexuales del municipio. Fue así que, Jusmingrid, inspirada en esta mujer, comenzó su liderazgo en favor de las mujeres lesbianas y bisexuales que son discriminadas en el pueblo.
Según cifras de Caribe Afirmativo, Maicao es uno de los municipios de La Guajira con los índices más alto de violencia contra la población LGBT. Jusmingrid, buscando cómo educar a la población en qué significa ser una mujer lesbiana o bisexual, llegó a las Casas de Paz, un proyecto de la fundación alemana Fescol para crear estrategias incluyentes de paz, y empezó un proceso de formación para que las mujeres que han sido violentadas y discriminadas en la región puedan restablecer sus derechos.
El común denominador de muchas historias de mujeres lesbianas y trans es que son violentadas porque la sociedad no las acepta, por ello Jusmingrid realiza diversas actividades de pedagogía y sensibilización, como cine foros en las casas de la comunidad LGBT para proyectar películas que aporten a la comprensión del significado de ser mujer lesbiana, bisexual o trans. De igual manera, esta lideresa wayúu propicia muestras artísticas para colegios con el mismo objetivo: disminuir los índices de violencia de género.
Cesar, por una vida digna
El Cesar, a diferencia de otros departamentos de la Costa, no tiene índices tan altos de homicidios contra la población trans. Sin embargo, estas mujeres son frecuentemente expuestas a maltratos y criminalizadas por integrantes de la Fuerza Pública, ya que en su mayoría se dedican a la prostitución, y sobre el tema hay un fuerte estigma social y discursos de violencia.
La bonanza económica, producto de la explotación del carbón en el departamento, ha traído consigo un aumento en la prostitución. Kelsy Polo, lideresa trans, al ver a muchas mujeres como ella en situaciones de peligro, en condiciones de salud delicadas y otras golpeadas por policías mientras buscaban ingresos con su cuerpo en las carreteras del departamento, decidió trabajar en pro de las mujeres trans del Cesar.
La Asociación de Mujeres Trans Sembradoras de Paz fue creada por Kelsy para promover proyectos productivos en el departamento, por ejemplo, creando una lavandería comunitaria que ayudará a salir a las mujeres de la prostitución. También, muchas de estas mujeres no han tenido acceso a educación de calidad, lo que dificulta la búsqueda de empleo. Por ello, la Asociación creó una Casa Taller que forma a esta comunidad en cursos de artesanías, cocina y sastrería para mejorar sus condiciones de vida.
De igual manera, para las mujeres trans que continúan en la prostitución, Kelsy establece brigadas para llevarles métodos de prevención de enfermedades de transmisión sexuales, una actividad de enormes retos. “Es muy difícil ir en la noche por las carreteras buscando a las mujeres para darles condones y explicarles que se deben cuidar”, afirmó Kelly.
Bolívar, sentirse acompañadas
El Carmen de Bolívar fue uno de los municipios más golpeados por el accionar de los paramilitares contra la población LGBT, como lo muestra el informe del Centro Nacional de Memoria Histórica (CNMH) “Aniquilar la diferencia”. Una de esas víctimas fue Claudia Cáceres, quien participó en los talleres de memoria para la creación de este informe y desde ese entonces se convirtió en lideresa de mujeres lesbianas en el departamento.
Claudia fue desplazada del Carmen de Bolívar por “paras” que la amenazaron por su orientación sexual, bajo el argumento “que iba a dañar el pueblo”. En 2009, la llevaron ante el jefe paramilitar y le exigieron que dejara el municipio en ocho horas o su pareja y ella iban a ser asesinadas. Claudia no se fue. Al poco tiempo, fue secuestrada y durante 45 días torturada hasta que logró escapar. Como Chiro en Sucre, Claudia también fue abusada sexualmente bajo la supuesta excusa violenta de que iban a “corregirla”.
Al volver al pueblo se enteró de que su pareja había sido asesinada y decidió irse para el municipio de Turbaco, Bolívar. A los dos meses, empezaron a llegar “listas negras” que amenazaban a las mujeres lesbianas y trans del sector. “Decían que no debíamos existir”, narró Claudia. Tras constantes intimidaciones se fue por un tiempo al municipio de Puerto Gaitán, en Meta.
Al cabo de un tiempo, Claudia regresó al Carmen de Bolívar, empezó a colaborar con el informe del CNMH y desde el año 2013 trabaja en un mototaxi en Turbaco. Según cuenta, durante su jornada laboral está expuesta a que lleguen policías a maltratarla verbalmente por estar con su pareja en la estación de mototaxis, a pedirle una requisa sin justificación o a ser señalada de vender drogas. “Muchas veces llega un policía hombre a requisarme, a insultarme o a decirme que estoy vendiendo droga en mi mototaxi, solo porque me ve con mi pareja”, relató.
Tras ser víctima del conflicto armado, ser estigmatizada y criminalizada, acude a las Casas de Paz para contar su historia, con el fin de hacerles saber a muchas mujeres lesbianas y trans que no son las únicas que sufren este tipo de violencia y ayudar en procesos judiciales a las mujeres que son violentadas por miembros de la Policía.
Para Claudia no es fácil recordar, pero cree que esto es necesario para lograr visibilizar a la comunidad LGBT. A Jusmingrid no se le olvidan las historias de mujeres lesbianas y trans que han sufrido la expulsión de sus familias. Chiro desea mostrar cómo las mujeres lesbianas han sido abusadas y Sharon y Kelly quieren olvidar los maltratos a las que han sido sometidas por ser trans en el Caribe. Seis mujeres diversas que luchan por ser reconocidas.