En Miranda, norte del Cauca, miembros de la Asociación Pro-Constitución de la Zona de Reserva Campesina (ASPROZONAC) les cedieron 10 hectáreas —a 10 años, en la finca La Elvira— a excombatientes en proceso de reincorporación que hicieron parte del Frente Sexto y de la columna móvil Gabriel Galvis de las FARC, para desarrollar sus proyectos productivos. Actualmente, siembran tilapia y crían cerdos y ganado en asocio con reincorporados agrupados en la corporación Centro de Promoción del Desarrollo Territorial (CEPRODET).
José, excombatiente de las FARC, se ha entregado de lleno al fortalecimiento de los proyectos productivos desde el 2017. Ese año, porque no había tierra para sembrar, él y un grupo de 40 excombatientes decidieron dejar el AETCR de Monterredondo. Desde el 2017, quienes se agruparon en el municipio de Miranda, contaron con la suerte de que en la Zona de Reserva Campesina, en la que viven 25 parceleros, se les concedió tierra de sus zonas comunes en un convenio de asociación de trabajo para implementar sus proyectos productivos y establecerse para la construcción de sus viviendas. Esto también significó un gesto de solidaridad y agradecimiento por parte de la comunidad campesina, al manifestar que por varios años se sintieron protegidos por los excombatientes en el territorio antes de la firma del Acuerdo de Paz.
Espacio común de la Nueva Área de Reincorporación en la finca La Elvira, en
de Zona de Reserva Campesina.
Crédito foto: Marcela Ríos.
“Al ver que había un grupo de reincorporados que querían trabajar y no tenían tierra, se hizo un convenio de asociación de trabajo con CEPRODET. Así fue como llegó la corporación” , comenta un líder campesino de la Reserva y parcelero vecino de la NAR.
Entrada a la Zona de Reserva Campesina, ubicada a 20 minutos del
casco urbano de Miranda, Cauca.
Crédito foto: Marcela Ríos.
En estos cinco años posteriores a la firma del Acuerdo de Paz, la organización Paso Colombia - Paz sostenible para Colombia, filial de One Earth Future, ha acompañado este proceso con la iniciativa Escuela Rural Alternativa (ERA), que busca de la mano de la comunidad el desarrollo sostenible de los territorios. Fue la primera organización cooperante que contribuyó con la construcción de una biofábrica y espacios comunes para las asambleas; llevaron técnicos para enseñarles a la comunidad a hacer abonos y a cultivar; entregaron un proyecto de siembra de ají, y ayudaron a organizar y distribuir sistemas productivos. Esto, sin esperar ninguna retribución a cambio.
La corporación también contó con dos aliadas que le acompañaron en el aprovechamiento de un lago para el proyecto de piscicultura: el Programa Mundial de Alimentos y la Asociación Catalana para la Paz. Ambas participan haciendo seguimiento a las iniciativas y también con aportes para su financiación. Esto ha permitido que se consolide la siembra de tilapia como la más sólida fuente de ingresos y de transformación para la corporación. Hoy tienen una capacidad de 800 kilos y, a futuro, aspiran producir mínimo dos toneladas mensuales de pescado.
Escuela Rural Alternativa (ERA): plataforma de colaboración educativa productiva
en apoyo al proceso de reincorporación de los excombatientes. Impulsado por la Organización Paso Colombia - Paz Sostenible para Colombia.
Crédito foto: Marcela Ríos.
“La ayuda que en un primer momento supusimos nos iba brindar el Gobierno nunca llegó. Ellos solo cumplieron con la renta básica y el proyecto productivo colectivo lo dejaron en el aire al no darnos acceso a tierras. Solamente han colaborado, y bastante, las entidades internacionales, algunas universidades como la Javeriana, el SENA, Paso Colombia, ACP, PNUD, DIPAZ y otras” , agrega José.
Esta historia en el Cauca es producto de una construcción comunitaria ardua. Antes de llegar a la Reserva Campesina, los excombatientes provenientes del AETCR de Monterredondo juntaron su Capital SemillaLos ocho millones a los que cada excombatiente tiene derecho para proyectos en el marco de la reincorporación económica, incluyendo productivos. para invertirlo en el arriendo de una finca y la compra de ganado, cerdos y peces. Alquilaron la finca Los Samanes, vecina al AETCR, en la que pagaron 5 millones de pesos mensuales de arriendo y en la que hicieron su primera inversión: compraron 15 vacas, 5 cerdas de cría y peces. “Ese proyecto duró hasta el año que se acabó la plata del arriendo. No logramos en ese año lo que esperábamos: que el Gobierno se animara a comprar esa finca o que Finagro nos financiara, o que alguien nos prestara. No se pudo. Entonces, tocó recoger el proyecto”, explica Lorenzo Heredia, secretario de la corporación y auxiliar administrativo del proyecto de la Asociación Catalana para la Paz.
Adecuación de establo para continuar con la cría de ganado. Para ello
se requiere una buena calidad del suelo para garantizar la buena alimentación del
ganado.
Crédito foto: Marcela Ríos.
Luego de algunos tropiezos y aprendizajes, han logrado implementar sus proyectos de piscicultura, porcicultura y ganadería, en los que trabajan excombatientes y la comunidad campesina que se ha vinculado a la corporación. “Hoy estamos en proceso de reincorporación hacia la vía campesina”, cuenta José. Adicionalmente, se está adecuando un almacén en el casco urbano de Miranda, en la Casa Campesina, para la distribución y venta de alimentos provenientes de la Reserva Campesina y de la NAR. “El negocio no es el supermercado, el negocio es vender allí. De manera que nosotros vendamos nuestros productos a mejor precio. Lo mismo los campesinos, aquí nos han dado la mano, trabajamos en sus tierras”, añade Lorenzo.
Adecuación del local de la Casa Campesina, en el casco urbano de Miranda, para la
venta de los productos provenientes de la Reserva.
Crédito foto: Marcela Ríos.
El PNUD les apoyó en la elaboración de la marca para sus productos y contrató una empresa de marketing para la construcción de varias propuestas sobre la marca. La propuesta que escogieron, mediante asamblea, fue Productos Aldea, calidad para la vida. “Ahora tenemos la marca, esa marca es nuestra, es de CEPRODET, nuestros productos saldrán con el nombre Aldea”, comenta Lorenzo.
El nombre de Aldea surge como una idea productiva, cultural y demostrativa que recoge el proceso de la corporación. Además, representa la primera forma de organización, pues cuando decidieron unirse colectivamente con la inversión de su Capital Semilla en 2017, varios de ellos eligieron invertir porque tenían conocimientos en ganadería, en peces y en la crianza de marranos. “Esta Aldea también es demostrativa, porque queremos mostrar hacia la sociedad de que nosotros, aunque venimos de un conflicto armado, tenemos la capacidad de salir adelante, de trabajar en armonía con el medio ambiente y hacerlo de la manera que la hace el campesino, la comunidad. No ya como una organización en conflicto con el Estado, sino pues queriendo solucionar por la vía política”, complementa José. A través de esta idea han recibido el apoyo de instituciones como el SENA para capacitarse y ampliar sus conocimientos en estas labores.
En el lugar, hay viviendas construidas en ladrillo, que no son mayoría, y otras en bareque y latón. También se ha logrado un espacio esencial para organizar algunas de las viviendas, un quiosco y la cocina comunitaria. Son más bien pocos los que han decidido establecerse ahí. De los 40 que empezaron, hoy solo quedan alrededor de 15 excombatientes, los demás se han regresado a sus zonas de origen o han salido en busca de otras oportunidades.
A futuro, los excombatientes quieren adecuar un espacio para tener su propio almacén dentro de la NAR, para que los lugareños de las diferentes veredas también encuentren sus productos ahí y así dar a conocer sus procesos para lograr mayor distribución. La apuesta es obtener más infraestructura para organizar la maquinaria necesaria, a la que se suma alguna ya donada, para la producción, transformación y distribución de alimentos, y así poder generar más ingresos y empleos. Una de estas es a través de los derivados de los lácteos, para la producción de quesos y yogurt.
La búsqueda de la tierra continúa. A la fecha, han hecho varias propuestas a la ARN de predios que se ajustan a sus proyectos productivos, pero no han recibido ninguna respuesta del Gobierno en estos años: “seguimos buscando tierra. Lo que pasa es que ya no esperamos que no la dé el Gobierno ya. Ya ni a las reuniones con la ARN vamos, porque siempre hay mucha cháchara. Al principio nos pusieron a buscar fincas, entonces íbamos, veíamos, pedíamos papeles, llevábamos, etc, y nos decían que no que ‘muy cerca al pueblo’, y nos preguntamos: ¿cuál es el interés de que nos vayamos para donde nos van a matar? ¿Cuál es el interés de que nos vayamos por allá lejos?”, se pregunta Lorenzo. Sin embargo, en el mes de junio, “nos llamaron de ARN para ofrecernos unas tierras de extinción de dominio de la Unidad de Activos Especiales y nos dieron una lista grande de todo el país. De ahí nosotros sacamos nueve en el departamento del Valle. Nos preguntaron sobre la altitud, clima, extensión, propósito y mandamos toda la información, pero no han dicho nada”, complementa.
A pesar de estos esfuerzos por construir paz, a partir de la labor campesina y rural, continúan las dinámicas de terror, miedo e incertidumbre para estas personas en proceso de reincorporación, al punto de no dejar más alternativas a otros excombatientes que retornar a sus lugares de origen o buscar otros trabajos por fuera de la NAR o Zonas Campesinas. Reclaman atención inmediata por cuenta del tema de seguridad, pues el conflicto armado se ha recrudecido en esta región del país. La presencia de grupos armados ilegales en el territorio, incluyendo grupos armados residuales, es constante. Varios de los líderes campesinos de la Reserva y excombatientes han alertado de las amenazas que han recibido con la presencia que habrían hecho “paramilitares” en la zona.